3. EL PERFIL DEMOGRÁFICO
En agosto de 1938, el régimen de Benavides ordenó levantar un censo de población y ocupación en toda la república.
Para ejecutar esta operación se creó en el Ministerio de Hacienda, una oficina especial encargada de su preparación.
Su dirección estuvo a cargo de un destacado funcionario público: Alberto Arca Parró.
El censo fue llevado a cabo por 26.000 empleados durante el gobierno de Manuel Prado, el 9 de junio de 1940, es decir, sesenta y cuatro años después del último censo nacional, realizado en 1876 y que arroja una población de 2.700.000 habitantes.
El nuevo conteo del país fue de 6.207.967 personas (estimaciones del número de habitantes omitidos elevaron la cifra oficial a 7.023.111 millones).
La distribución por sexo era más o menos proporcional (hombres 49,42% y mujeres 50,58%).
Gracias a los avances médicos y sanitarios que lograron reducir la mortalidad hacia mediados del siglo XX, el país comenzó a alcanzar tasas de crecimiento natural mayores al 2%.
En el censo de 1940 el 35% de la población era urbana y el 65% era rural, lo que indicaba que estaba creciendo la proporción urbana en el país.
Confrontado con el censo de 1876, el de 1940 mostraba que era la población de las ciudades la que había crecido más rápido que la del campo.
El nivel de la mortalidad cae aceleradamente desde 1940, mientras el de la natalidad se mantiene todavía elevado, dando paso a la “explosión demográfica”.
En cuanto a densidad geográfica, el país estaba, en comparación a otros latinoamericanos, poco poblado: cada kilómetro cuadrado estaba habitado por un promedio de menos de seis personas y, con respecto a las regiones naturales, el 24% de la población vivía en la costa, el 63% en la sierra y el 13% en la selva.
En 1940, la ciudad de Lima tenía 540.100 habitantes y era seguida muy atrás por otros centros urbanos, como el Callao (72.747 personas), Arequipa (71.768) y Cuzco (45.667). Otras ciudades que superaban los veinte mil habitantes eran Chiclayo, Trujillo, Iquitos, Huancayo, Piura e Ica.
Generalmente carecían de luz eléctrica y de agua potable, las calles eran de tierra y algunas no tenían comunicación por carretera, por lo que no existían automóviles ni comunicación telefónica, dependiendo solo de un telégrafo.
La población económicamente activa llegaba a 2,5 millones de personas, de las cuales el 62% trabajaba en la agricultura y la ganadería, el 17,5% en la industria y el 20,5% en los servicios.
Con respecto a las razas es importante resaltar que la mayoría de las veces quien decidía la identidad racial era el empleado que hacía la encuesta en el campo. Se consideraron cinco grupos: la blanca y mestiza (52%), la india (46%) la amarilla (0,68%) y la negra (0,47%).
Otro resultado importante del censo de 1940 fue el del idioma, que señaló la presencia predominante del castellano: un 65% de la población hablaba este idioma, aunque muchos eran hablantes bilingües quechua-castellano.
Asimismo, se encontró que en los departamentos donde se hablaba más castellano, el grado de instrucción era más alto.
Los departamentos con mayor porcentaje de población urbana eran los costeños, como Lima, Tacna, Lambayeque, mientras que los serranos tenían una población rural mayoritaria.
A partir de 1940, la población creció a un ritmo este incremento se produjo sobre todo por la migración desatada a raíz de la crisis agraria estructural de la sierra, la atracción de nuevos puestos de trabajo en las ciudades y en la costa.
A partir de los años cuarenta se empezó a controlar la malaria, un mal típico de la costa y de la selva.
El resumen del censo fue publicado en 1941 y poco después sus resultados fueron divulgados en una serie de folletos que pormenorizaban la distribución en departamentos, provincias y distritos de la población urbana y rural, por sexo, edad, ocupación, religión, y distribución de habitantes.
Entre estos folletos es de destacar el que se hizo para el Ministerio de Educación, titulado Estado de la instrucción en el Perú, mostró que el país todavía tenía una gran proporción analfabeta (59%) y una alta deserción escolar.
Posteriormente, numerosas instituciones públicas, como el Ministerio de Salud, el Parlamento, el Poder Judicial y la Policía tomaron en cuenta los resultados de estos censos para decidir las medidas y el personal que debían disponer para las diferentes localidades del país.
El principal componente era la producción agrícola y ganadera, con un 32% del valor del PBI. Los cultivos más extendidos eran plantas autóctonas: en primer lugar, el maíz y, en segundo, la papa, con 278 mil y 218 mil hectáreas, respectivamente.
El algodón era el principal cultivo comercial, y a continuación el azúcar. Ambos disponían en 1942 de 157 mil y 52 mil hectáreas respectivamente. La superficie cultivada abarcaba poco más de un millón de hectáreas (1.138.000); vale decir, menos del uno por ciento de la extensión territorial de la república.
El PBI compartían los renglones del comercio (15%), la minería (12%), la industria (12%) y los servicios (12%).
El rubro más importante hacia 1940 era el del petróleo, cuyas exportaciones representaban un cuarto del total, seguidas del cobre y la plata.
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